En España, el uso de animales en investigación está estrictamente regulado bajo el principio de las 3R: reemplazar, reducir y refinar. Aunque se buscan métodos alternativos, los expertos advierten que, por ahora, sigue siendo clave para desarrollar terapias médicas y comprender enfermedades complejas.
Tras las imágenes difundidas la semana pasada por una ONG, la comunidad investigadora condena el maltrato animal cometido en un laboratorio madrileño, pero sostiene que la experimentación animal es una de las actividades científicas más estrictamente reguladas, y es aún necesaria para el desarrollo de propuestas terapéuticas frente a enfermedades humanas y animales.
El desarrollo de las vacunas contra la covid-19 se ha logrado gracias al uso experimental de primates no humanos, como los macacos. Este paso fundamental se está viendo ahora obstaculizado por la detención de la exportación de estos animales desde China, según advierte el experto en bienestar animal, Javier Guillén.
En 2016 se realizaron cerca de 918.000 usos de animales para fines científicos y docencia en España, de los cuales unos 50.000 no fueron reanimados. Los protocolos europeos para regular el dolor, el estrés o la angustia, y para terminar con sus vidas son cada vez más estrictos y transparentes para asegurar su bienestar hasta el último momento.
Investigadores de la Unidad de Toxicología y Seguridad Química del Instituto de Bioingeniería de la Universidad Miguel Hernández (UMH) han desarrollado una estrategia sencilla y eficaz que ha permitido demostrar, sin necesidad de hacer experimentación animal, que en las condiciones equivalentes a la situación fisiológica real del animal vivo, la albúmina juega un papel fundamental en la destoxicación -reducción de la toxicidad de una sustancia- y eliminación del insecticida que hasta ahora se atribuía a la enzima conocida como ‘paraoxonasa’.